El triatlón es un deporte individual,
duro, exigente, tres disciplinas en una. Y tienes que hacerlo solo. Sufrir
solo. Tomar decisiones solo. Dónde te vas a colocar, qué ritmo vas a llevar,
visualizar las transiciones, controlar los nervios, regular las fuerzas,
acallar la mente cuando te sugiere que te pares… Una competición contra otros
triatletas sí, pero sobre todo contra ti mismo, contra tus tiempos y tus
expectativas.
Enfrentarse a un primer triatlón es un
reto. A ratos te creces porque solo dependes de ti y confías en que lo vas a
hacer bien, pero otros ratos te haces pequeño, por el miedo a lo desconocido,
por no haber entrenado lo suficiente, por saber que vas a estar solo en el
ruedo. Esa “soledad” queda mitigada cuando perteneces a un club, en mi caso al
Hiruki, y sobre todo cuando haces ‘piña’, en mi caso con los compañeros del
grupo de entrenamiento de natación, con los que entre brazada y brazada cada
vez hay más risas. No sé en qué momento me convencieron para que me estrenara
en el sprint de Sanpere el pasado domingo…
Lo hice con mi bicicleta de carretera
recién sacada del ‘horno’: con cinco salidas, lo justo para controlar los
cambios y las calas sin caerme, con un neopreno que tenía en casa de hacer
surf, y con un mono prestado… Todo ello aderezado con poco entrenamiento
(excepto en natación, gracias a Susana). No, no las tenía todas conmigo para
estrenarme con confianza y seguridad. Pero así son las primeras veces supongo. Me
ayudaron con consejos, con el reglamento, con los preparativos, y de repente me
vi ahí, en ‘le Lac de Saint Pee Sur Nivelle’, en un mar de triatletas encajados
como sardinas en lata, esperando el pistoletazo de salida de mi primer
triatlón.
Agua fría, marrón, no veo nada, manotazo,
me paro a coger aire, me desvío, ¿dónde está la boya? Cojo ritmo, patada, me
mareo, ¿tanto pueden durar 750
metros ?, ¡quiero llegar ya! Y en esa sucesión de
pensamientos y acontecimientos para los que una no está entrenada por mucha
natación que haga en piscina, mi pie toca suelo firme, ¡por fin! Para mi
sorpresa, con la bici me ‘relajo’ y empiezo a disfrutar. Encuentro un ritmo
cómodo y ‘robo’ un poco de energía de ese bonito entorno verde por el que
transcurre la prueba. Después de 20 kilómetros y unas cuantas cuestas cambio la
bici por las deportivas. 6 km
me separan de la meta. Las piernas pesan, se mueven despacio, pero aún me
quedan fuerzas para dar dos vueltas al lago –al que ahora miro por encima del
hombro- y finalizo mi primer triatlón en 1:36. Prueba superada.
¿Lo mejor? Que no he hecho el triatlón
sola. Porque en medio de todas esas sensaciones, buenas y malas, levantaba la
cabeza y ahí estaban. Aplausos, gritos de ánimo, sonrisas, miradas cómplices que
te empujan, de forma literal, a seguir adelante. Te hacen creer que puedes
volar y durante unos segundos llegas a hacerlo. Después les pierdes de vista, y
vuelve a aparecer el dolor de rodilla, el flato, el peso en las piernas. Pero
sabes que al doblar la esquina volverán a estar ahí, apoyando, incondicionales.
A Ion, Alain, Nerea, Gabriel y su familia, Mikel, Marcos, Tomás, compañeros de
Vibike… ¡¡Gracias equipo!!
Pd. Casi todos ellos compitieron después
en la modalidad olímpica, y lo hicieron mucho mejor que yo.
GRANDE, super maritxu!!!!! Me encanta tu crónica! Deberías hacerte un blog ;-)
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