jueves, 7 de mayo de 2015

Crónica "El sabor de un primer triatlón", por María Loizu

El triatlón es un deporte individual, duro, exigente, tres disciplinas en una. Y tienes que hacerlo solo. Sufrir solo. Tomar decisiones solo. Dónde te vas a colocar, qué ritmo vas a llevar, visualizar las transiciones, controlar los nervios, regular las fuerzas, acallar la mente cuando te sugiere que te pares… Una competición contra otros triatletas sí, pero sobre todo contra ti mismo, contra tus tiempos y tus expectativas.   


Enfrentarse a un primer triatlón es un reto. A ratos te creces porque solo dependes de ti y confías en que lo vas a hacer bien, pero otros ratos te haces pequeño, por el miedo a lo desconocido, por no haber entrenado lo suficiente, por saber que vas a estar solo en el ruedo. Esa “soledad” queda mitigada cuando perteneces a un club, en mi caso al Hiruki, y sobre todo cuando haces ‘piña’, en mi caso con los compañeros del grupo de entrenamiento de natación, con los que entre brazada y brazada cada vez hay más risas. No sé en qué momento me convencieron para que me estrenara en el sprint de Sanpere el pasado domingo…

Lo hice con mi bicicleta de carretera recién sacada del ‘horno’: con cinco salidas, lo justo para controlar los cambios y las calas sin caerme, con un neopreno que tenía en casa de hacer surf, y con un mono prestado… Todo ello aderezado con poco entrenamiento (excepto en natación, gracias a Susana). No, no las tenía todas conmigo para estrenarme con confianza y seguridad. Pero así son las primeras veces supongo. Me ayudaron con consejos, con el reglamento, con los preparativos, y de repente me vi ahí, en ‘le Lac de Saint Pee Sur Nivelle’, en un mar de triatletas encajados como sardinas en lata, esperando el pistoletazo de salida de mi primer triatlón.

Agua fría, marrón, no veo nada, manotazo, me paro a coger aire, me desvío, ¿dónde está la boya? Cojo ritmo, patada, me mareo, ¿tanto pueden durar 750 metros?, ¡quiero llegar ya! Y en esa sucesión de pensamientos y acontecimientos para los que una no está entrenada por mucha natación que haga en piscina, mi pie toca suelo firme, ¡por fin! Para mi sorpresa, con la bici me ‘relajo’ y empiezo a disfrutar. Encuentro un ritmo cómodo y ‘robo’ un poco de energía de ese bonito entorno verde por el que transcurre la prueba. Después de 20 kilómetros y unas cuantas cuestas cambio la bici por las deportivas. 6 km me separan de la meta. Las piernas pesan, se mueven despacio, pero aún me quedan fuerzas para dar dos vueltas al lago –al que ahora miro por encima del hombro- y finalizo mi primer triatlón en 1:36. Prueba superada.

¿Lo mejor? Que no he hecho el triatlón sola. Porque en medio de todas esas sensaciones, buenas y malas, levantaba la cabeza y ahí estaban. Aplausos, gritos de ánimo, sonrisas, miradas cómplices que te empujan, de forma literal, a seguir adelante. Te hacen creer que puedes volar y durante unos segundos llegas a hacerlo. Después les pierdes de vista, y vuelve a aparecer el dolor de rodilla, el flato, el peso en las piernas. Pero sabes que al doblar la esquina volverán a estar ahí, apoyando, incondicionales. A Ion, Alain, Nerea, Gabriel y su familia, Mikel, Marcos, Tomás, compañeros de Vibike… ¡¡Gracias equipo!!


Pd. Casi todos ellos compitieron después en la modalidad olímpica, y lo hicieron mucho mejor que yo. 

1 comentario:

  1. GRANDE, super maritxu!!!!! Me encanta tu crónica! Deberías hacerte un blog ;-)

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