Esta foto podría ser la de un triatlón de
Donostia de cualquier edición… salvo de la de este año ya que no llegó a
celebrarse. Las condiciones climatológicas de este fin de semana, con inundaciones
en la cercana Pamplona incluidas, hicieron que la organización decidiera
suspenderlo. Algo parecido sucedió en Zarautz, cuyo mítico triatlón se convirtió
en duatlón de lluvia y viento; mi más sincera admiración hacia sus
participantes, entre los que se encontraban algunos miembros de nuestro club.
La imagen y los recientes “acontecimientos
meteorológicos” suscitan en mí una reflexión que me permito hacer en voz alta…
quizá ya alguien se la haya hecho y se sienta identificado. En todos los triatlones,
sean sprint, olímpicos, media distancia o ironman, se repiten los mismos
comentarios entre novatos y veteranos: ¿qué hago yo aquí?, ¿por qué hacemos
esto? Transcurridos los nervios iniciales, el miedo escénico y el bocinazo de
salida, uno no piensa en nada y, simplemente, se deja llevar, se concentra en
la prueba y se olvida hasta de su nombre; y a pesar del esfuerzo y del
sufrimiento a los que, como en este fin de semana lluvioso, muchas veces
contribuyen los elementos, en ese trance disfrutamos con lo que hacemos y
cuando llegamos a meta da igual que el tiempo haya sido bueno o malo, que hayamos
tenido buenas o malas sensaciones… al final lo hemos pasado bien y eso es lo
que da sentido a este deporte que forma parte de nuestra vida y del que estamos
enamorados hasta el punto de ponernos año tras año, edición tras edición, en la
línea de salida. ¡Hasta la próxima!
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